27/3/07

Una de medios de "información". (Artículo del Diario de Álava)


La magia compartida de Zaramazulo

Javi pone a prueba su equilibrio en la sala muelle de Zaramazulo.
no tienen subvenciones ni patrocinadores, pero tampoco los necesitan. La palabra mágica que abre la puerta de Zaramazulo es autogestión y la fórmula funciona. No hace falta carné, ni afiliación, ni requisitos previos. La única condición que el espacio exige es el de respeto mutuo por lo que, libre de restricciones, la gente que acude a ver qué se cuece en este rincón de Zaramaga suele quedarse, explotando al máximo unas condiciones que no limitan su creatividad. Amaia, Sergio, Javi, Rosa y Juanjo, así, sin apellidos y sin galones, hablan de Zaramazulo y de los talleres y actividades que allí se desarrollan.

Amaia
Desde la asamblea
Todos los días hay algún tipo de taller reclamando su sitio en Zaramazulo, un local en el que tienen cabida cualquier tipo de colectivo social, proyecto o reivindicación. La sala muelle acoge gran parte de los talleres que se desarrollan habitualmente -un lugar flanqueado por todo tipo de instrumentos y objetos perfectamente ordenados y a disposición de todo el que se acerque por allí-, aunque también hay una sala de reuniones, un pequeño cuarto insonorizado para las clases de percusión, y una sala de ordenadores.
El local se mantiene fiel a los principios planteados por la asamblea, que se reúne todos los lunes para abordar cuestiones pendientes relacionadas con su gestión. Los problemas que surgen como, por ejemplo, la falta de agua corriente, se solucionan arrimando el hombro y poniendo a trabajar la imaginación. "Creemos en la asamblea como forma de organización y en la gestión como forma de autofinanciación", afirma Amaia, uno de sus miembros. La búsqueda de fondos se materializa sobre todo a través de su participación tanto en las fiestas del barrio como en las txosnas.
El único requisito que hay que respetar es el carácter gratuito de las actividades pues la idea es fomentar una filosofía de trueque. Así, los malabares, la percusión, la danza, el teatro y todo tipo de cursillos que van desde la txalaparta hasta el yoga se plantean como una oportunidad para fomentar un intercambio de habilidades del que se benefician todos los participantes.

Javi, zilipurdi
Haciendo equilibrios
Desde el taller de malabares surgió la necesidad de crear una asociación sin ánimo de lucro unida por la pasión por el equilibrio. Actualmente el grupo Zilipurdi, nombre que han elegido para su bautismo, está compuesto por catorce socios aunque, como comenta Javi, uno de sus miembros, siempre hay sitio para alguno más. Mazas, triciclos, aros y monociclos son algunos de los objetos que se acumulan ordenadamente entre sus dominios. Para hacer frente al desfalco que supone proveerse de material, Zilipurdi ha aceptado el papel de animador de saraos, convirtiendo las ginkanas y pasacalles en territorio acotado.
La sala muelle, cuya altura ponen a prueba una vez a la semana, no es perfecta, los techos son bajos, hay poco espacio y la iluminación no es potente, pero es el único sitio que les permite desarrollar una actividad que han sabido perfeccionar sin tener que pagar nada a cambio.

Sergio, Zaramasamba
Aliados con el ritmo
Hace un año que los miembros del taller de samba decidieron agruparse en una asociación a la que designaron como Zaramasamba. En sus inicios, la actividad que eligieron para compartir experiencias en Zaramazulo se centraba en la percusión africana, pero las sensibilidades fueron cambiando y los integrantes del taller, entre los que se cuenta Sergio, sintieron el impulso de experimentar con cosas nuevas. Poco a poco se fueron empapando de la "culturilla" de la samba, un ritmo más animado y, sobre todo, menos conocido.
En espera de la llamada para animar bolos diversos, los integrantes de Zaramasamba siguen siendo fieles a su cita de los jueves, momento que aprovechan para compartir experiencias y poner en práctica la filosofía del "todo es de todos" que asumen de forma inmediata los que franquean el umbral.

Rosa y Juanjo
"Echar un ratico"
Su idilio con el Zaramazulo se mantiene desde 1999, momento en el que un grupo de gente decidió reunirse para pasar un rato flamenco. Rosa confiesa que echaba de menos en Vitoria un sitio donde "echar un ratico" y marcarse un cante. Una carencia que el local de Zaramaga no tardó en solventar. Lo que en su día empezó como un taller ahora es una reunión de aficionados que se autodefine como Corrillo de Zaramazulo. Las características del local permitieron que el grupo desarrollara una filosofía con la que se identificaba plenamente. Ahora, tanto Rosa como Juanjo, dos de los componentes del corrillo, no se imaginan en otro espacio pues están convencidos de que si cambiaran de escenario se convertirían en otra cosa.


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